Darse un baño de bosque mejora la salud, lo mismo que lo hace poner en práctica
ese carácter gregario que tan bien define a nuestra especie.
La naturaleza propone y es la persona la que tiene que disponer.
Absorber el bosque —‘shinrin-yoku’ en japonés— implica frenar la actividad
a la que nos empuja el día a día,
adentrándonos en la naturaleza con los sentidos bien despiertos.
Escuchar y tocar. Sentir.
Los beneficios son numerosos, y no sólo en lo anímico:
el equipo de Gaétan Chevalier comprobó experimentalmente cómo la conexión con la tierra
aumenta la carga superficial de los glóbulos rojos, reduciendo, por lo tanto, su viscosidad.
Esto quiere decir que tenemos a nuestra disposición una herramienta muy potente
que reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Por lo tanto, el baño de bosque es una terapia preventiva de tradición milenaria
a la que podemos acudir fácilmente si lo que queremos es liberar tensiones físicas y mentales.